Comenzó tímidamente, expectante, desconociendo cual era y es su verdadero potencial pero observador ante lo que otros animales podían hacer. Vivió como ellos, recolectando lo que la naturaleza le proporcionaba, cogiendo de ella lo que le ofrecía, pero con sumo respeto hacia su poder. Era una época en la que el hombre se desenvolvía como un elemento más del espacio natural. Descubrió el fuego pero no lo manipulaba, solo aprovechaba el calor que desprendía.
Se alimentaba de tubérculos,
plantas y animales pero en principio únicamente de lo que le dejaban otras especies más
fuertes; no osaba enfrentarse a ellas. Mi impresión es que llegó un momento en que los
frutos, las verduras y hortalizas, los mismos animales, escaseaban y ante la necesidad de
alimentarse el hombre dio un paso más: se atrevió a manipular. Su capacidad de
observación se desarrolló debido a una pura cuestión de seguridad. Andar utilizando las
cuatro extremidades lo que le impedía ver el horizonte para percatarse de peligros
cercanos dio paso a erguirse, en un proceso lento pero constante, hasta que un ejemplar
comprobó casi sin darse cuenta de que podía andar solo con las dos piernas y dejar sus
brazos para la defensa en un momento delicado en el que lo necesitaba; o eso o perecer. 

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